R E M U S
PREÁMBULO
Hay
historias simples y las hay complicadas, la verdad no sé en cuál de esas dos
categorías colocar ésta.....
Bueno la
historia consta de dos partes, una, la de Horacio y la otra de Él, de Remus. Eso
está mejor.
Horacio es
un hombre de cuarenta y dos años de edad, casado y con dos hijos. Mide
aproximadamente 1.75 m, es delgado, muy blanco, con cabello y ojos castaños, no
se puede decir que sea guapo pero definitivamente no es feo y tiene intensos
ojos enmarcados por grandes pestañas chinas y unas abundantes cejas cerradas. Es
un hombre honesto y trabajador, podría decirse que demasiado trabajador, es
supervisor del departamento de relaciones públicas en el hotel Paseo Royal de
la ciudad de México, donde trabaja desde hace más de 5 años. Está casado con Magda,
una guapa mujer de 33 años, ella mide 1:56 m. Es delgada y de facciones muy
finas, de piel apiñonada y cabello negro con enormes ojos color miel. Estudió
tres semestres de pedagogía en la universidad pero el trabajo la hizo desertar
de la carrera. Es una dedicada madre y esposa que está algo obsesionada con el
cuidado del físico haciendo ejercicios, yoga y todo cuanto puede para
conservarse, además es una magnifica cocinera que dejó de trabajar desde la
boda pues su verdadero sueño era ser la mejor ama de casa del mundo.
Horacio y
Magda tienen dos hermosos niños; Diego de cinco años y Gerardo de tres, ambos
son como unas pequeñas reducciones de Horacio pero Diego es, digamos, diferente
al resto de los niños, tiene inclinaciones artísticas y una sensibilidad
especial. Constantemente habla a Dios en quien tiene una gran fe. La mirada de
Diego, de hermosos ojos infantiles refleja en lo profundo algo como una
tristeza o una melancolía de esas que puedes encontrar en los ancianos. Gerardo
es un niño muy bonito y siempre sonríe, juega con cochecitos y ya quiere entrar
en la escuela para hacerse grande.
Por otro
lado Remus es un hombre... como decirlo, difícil de describir, para empezar hay
momentos en que parece tener como veinte años y hay instantes en los que se ve
de más de sesenta. Es alto, casi de 2 metros, negro de hermosas facciones,
rostro bondadoso y aunque casi no gesticula expresa emociones intensas, parece
uno de esos embajadores de algún país africano pues usa una túnica blanca que
le da gran dignidad junto con su manto gris que hace juego con el curioso
sombrerito también gris tipo turco, carga un morral que se ve vacío. Y algo de
lo más curioso es la gracia con que se mueve, para empezar bajo la túnica no
parece mover las piernas al desplazarse sin hacer ruido alguno, se ve tan
elegante y cuando sonríe ilumina la habitación. También se le nota una gran
fuerza, determinación y tenacidad.
De todo
esto doy fe pues soy uno de los protagonistas de la historia que están a punto
de leer.
CAPÍTULO UNO
-Háblale al doctor- dijo una de las enfermeras
con aire despreocupado- Está recuperando el conocimiento.
-Enseguida -
Horacio abrió los ojos lentamente y con un gran
esfuerzo (pues sentía desorientación) pregunto:
-¿Dónde estoy?, ¿quién es usted?
En ese momento el Doctor Levi entraba en el
cuarto.
-Tranquilo amigo, ¡enfermera! páseme el
expediente del señor... Aha, mmmm, muy bien, está bien... bien señor Muñoz,
señor Horacio Muñoz, usted se encuentra en el hospital San Luis, lo trajeron de
su trabajo hoy al medio día porque tuvo un infarto, no se alarme, no fue muy
severo, tómelo como un aviso, le hemos administrado unos calmantes y lo vamos a
tener en observación durante uno o dos días más, pues aunque lo encontramos
relativamente en buen estado tenemos que hacer algunos estudios. Por lo pronto
deje que el mundo gire y no se preocupe de nada, mandamos a su esposa a casa a
dormir pues de nada servía tenerla aquí toda la noche esperando; ¿no es así?
bueno podrá verla a primera hora por la mañana, trate de dormir. Enfermera,
acompáñeme y deje al señor muñoz descansar.
-Doctor, mi esposa tuvo un accidente con los
niños y....
-Su esposa y sus niños están bien, he conversado
con ella, tranquilo, trate de dormir.
-Si me necesita sólo oprima este botón– dijo la
enfermera con una mueca de supuesta dulzura e inmediatamente salió detrás del
Doctor Levi.
¿Qué era
esto?, ¿una pesadilla?, Horacio no podía recordar bien las cosas, se encontraba
mareado y todo confundido, se le cerraban los ojos y luchaba por mantenerlos
abierto pues algo en él le decía “si cierras los ojos morirás”, pensaba en
sus hijitos y en su esposa, en sus
hermanos, en su papá y sobre todo en su mamá. Desorientado, solo y asustado. «Pobre
Horacio, -se decía- ¿qué haces aquí?»
Los ojos
se le cerraban y con un sobresalto los abría, quizás transcurrieron dos horas o
más, con ese constante cabeceo. Cuando repentinamente notó que una persona a
quien no había visto antes estaba sentada en un sofá en la esquina del cuarto.
Serían como las tres y media de la madrugada y en la habitación sólo había una
pequeña luz colocada en la cabecera. No era suficiente y por esta razón Horacio
no podía reconocer a la persona sentada casi enfrente de él.
-¿Magda?, ¿a qué hora llegaste?, el médico me
dijo que regresarías por la mañana....
Entonces,
la persona sentada en el sofá se puso de pie y camino en dirección de Horacio.
Éste pudo comprobar que no se trataba de su esposa, sino de un hombre. Un
hombre negro, alto, muy alto y tan delgado.
CAPÍTULO DOS
-¿Quién es usted? –dijo Horacio sin disimular su
sorpresa.
-Hola Horacio Muñoz, mi nombre es Remus.
-¡Remus! un momento yo a usted lo he visto
antes, ¡ha, claro! esta mañana en mi trabajo, yo me tropecé y al caer usted me
detuvo, ¿no es así?
-Sí, así es-
-Pero no entiendo, ¿qué hace usted aquí?, ¿qué
hora es?, ¿no es usted huésped del hotel?...
-Calma muchacho– contesto Remus con una leve y
tranquilizadora sonrisa- no te alteres y te contesto todas tus preguntas. Según
el reloj de tu buró son las tres con treinta y tres minutos de la madrugada. No
estoy hospedado en el hotel donde trabajas y sí estoy aquí, es porque mi jefe está
preocupado por ti y me mandó a que te hiciera una visita.
-¡Su jefe! y ¿quién demonios es su jefe? –dijo Horacio
tratando de incorporarse.
-Tranquilo Horacio. Mi jefe no es ningún
demonio, no podrías estar más equivocado –dijo Remus con una sonrisa casi
imperceptible mientras tomaba la mano de Horacio- Todas tus dudas serán
aclaradas, te lo prometo, pero no trates de incorporarte pues tu cuerpo está
lastimado y es necesario que reposes.
Horacio
casi hipnotizado, contempló el rostro de aquel hombre. No era fácil decir cuántos
años tenía pues su piel era lisa como un durazno, pero al sonreír cientos de
pequeñas arrugas aparecían, dejando ver en él, el paso de muchos años, su
mirada serena y profunda de unos grandes ojos, cejas no muy pobladas que daban
al conjunto un aspecto de gran bondad, Horacio se sintió profundamente conmovido
al ser escudriñado por esos ojos y casi como en un sueño dejó a un lado su
voluntad.
-Entiendo que tanto trabajo y tanta presión
finalmente fueron los causantes de que tuvieras un colapso. ¿Por qué no me
cuentas todo lo que paso?
Mientras
desaparecían los últimos rastros de resistencia Horacio sintió como una calma,
una laxitud se apoderaban de él y sin siquiera intentar resistirse empezó a
hablar.
CAPÍTULO TRES
Como todos los días, eran las cinco de la mañana cuando sonó el despertador, Magda mi
esposa se incorporó e imprimió una ligera presión en mi hombro.
-Son las cinco Horacio, es hora de levantarte.
Mecánicamente
me siento en la cama y me desperezo, es hora del baño y luego de vestirme bajo
a tomar un licuado de plátano con chocolate y un jugo de naranja que hoy me
parece muy ácido, mientras lo tomo, escucho algo de las noticias que tiene
puestas en la tele mi esposa.
-Finalmente ¿ya atraparon a ese secuestrador?
-Eso parece– respondió ella mecánicamente
mientras se ajustaba la faja reductiva bajo la sudadera.
-Bueno amor me tengo que ir, se me hace tarde.
-Tu hora de entrada es a las nueve ¿qué tienes
que hacer ahí antes de las siete de la mañana?, deberías de hacer ejercicio
conmigo todas las mañanas, antes de que te pongas fofo –me dijo abrazándome por
la espalda y dándome un apretoncito en el vientre- después, te arreglas con
calma, luego le das los buenos días a tus hijos y entonces aún tendrías más que
suficiente tiempo para llegar al hotel.
-No empieces mujer– contesté un poco molesto- ya
sabes que tengo que adelantar porque están cerca las vacaciones.
-Desde el domingo no ves a los niños, diario sales
muy temprano y cuando regresas ya están
dormidos, pero tú sabes lo que haces, nos vemos gordito.
Se me
acercó y me dio un beso en la mejilla que casi ni sentí porque ya tenía un pie
fuera de casa.
Salgo
corriendo en el coche. Tomo el camino al periférico y antes de la incorporación
casi me choca un estúpido pesero que no sabe manejar, yo logro esquivarlo de
milagro, pero en menos de cien metros adelante voy formado para entrar al “peri”.
Cuando una gorda con cara de hamburguesa se trata de pasar de lista y pretende
entrar antes que yo, yo que vengo decentemente formado, el espejo del carro de
la gorda golpea con el de mi coche y no le doy el paso, me mienta la madre con
el claxon y yo me volteo y le digo no sólo que es una gorda asquerosa sino que
no se puede ser más idiota que ella… en fin, después de una hora con quince
minutos y de unas seis verdaderas batallas con peseros, gordas, policías, tipos
que se tratan de pasar de listos, señoras que en lugar de manejar se van
maquillando y peatones estúpidos que no saben para qué es la banqueta. Después
de todo eso llego a mi trabajo.
Tengo tanto que hacer. Creo que no son ni las
ocho de la mañana y ya está sonando el teléfono.
-¡Aló!, hotel Paseo Royal, departamento de
relaciones públicas, le atiende Horacio, ¿en qué puedo servirle?
-¿Hijo?
-¿Ma’?, ¿qué pasa?
-Te marque a tu celular pero lo traes apagado.
-Sí ma’, lo que pasa es que olvide prenderlo,
pero, ya está, ya lo encendí, ¿qué paso, para que me hablaste?
-Ya quedó confirmada la renta de las tres
cabañas en Valle de Bravo para las vacaciones de Navidad, una para ti y Magy,
otra para tu hermana y Carlitos su marido, y otra para tu papá y para mí que
nos quedamos con los niños pues la nuestra es más grande. Nos lo tenemos que
pasar muy bien, no vamos a Valle desde hace seis años cuando tu abuelita nos
dejó. Entonces tu hermana no se había casado y los niños no habían nacido, ¿te
acuerdas que?...
-Perdóname ma’ pero tengo mucho trabajo
precisamente porque ya las vacaciones están encima y no tengo tiempo de
platicar, saludos al viejo y el jueves te hablo para ultimar detalles, o mejor que
eso háblale por teléfono a Magda, ahorita ya regreso de dejar a los niños en el
kinder. Y ponte de acuerdo con ella.
-Ay hijo, no he podido charlar contigo desde
hace dos meses en tu cumpleaños y...
-Perdón mamá, pero tengo otra llamada por la
línea dos, así que tengo que colgar.
Entre una
cosa y otra fue pasando la mañana y yo no dejaba de correr de un lado a otro.
-¡Hola licenciado Muñoz!, ¿no le estorba si le
voy dando una trapeada a l piso?
-¡Hola señora!, adelante a mí no me estorba.
-Licenciado –me dijo una de las secretarias-
tiene una llamada por la cinco del señor de la
Villa.
-¿Bueno?... a claro enseguida voy para allá, sí
claro.
Y me
levanté violentamente de mi escritorio salí corriendo a la oficina de mi jefe y
olvidé el piso mojado, resbalé y casi caigo al suelo de no ser por usted, ahí
es donde lo vi por primera vez, me cachó y por ello no llegué al piso.
-Disculpe, gracias, con permiso es que tengo
mucha prisa.
CAPÍTULO CUATRO
-Siéntate, ¿cómo estás?, ¿quieres algo de tomar,
café o algo?
-No gracias
-Pues yo sí– me respondió el Sr. de la Villa
oprimiendo un botón de su intercomunicador- Señorita me trae un café y no deje
pasar llamadas.
En ese momento me sentía muy excitado, «es hora
de mi ascenso y mi aumento, -me dije- que gran sorpresa de Navidad para Magy».
-Horacio, no tengo que decirte lo difícil que
esta la situación por la que pasa todo el país y a nosotros los hoteleros nos
ha pegado muy duro.... para no andarme con rodeos; anoche estuve con la junta
directiva y hable de tu caso con ellos, les dije que ya son más de cinco años
los que llevas trabajando para nosotros y que lo más justo es que te demos un
ascenso. También se tocó el tema de las gratificaciones especiales y
desgraciadamente no me autorizaron a darte una este año.
-Pero Mario -sentí como el color me subía a la
cara- tú sabes que me he esforzado más que nadie, estoy aquí antes que nadie y
me voy a mi casa más tarde que los demás, he sacrificado mis fines de semana y
días festivos para trabajar y trabajar haciendo a un lado a mi esposa y a mis
hijitos. Y tú me ofreciste esa gratificación especial, además estoy pagando la
casa y necesito el dinero para....
-Horacio, no te sulfures – me dijo Mario de la Villa
mirándome a los ojos con una fría calma- no hay nada que pueda hacer, hablé con
la junta directiva. Personalmente expliqué tu esfuerzo y le dije que te mereces
la gratificación pero ¿qué quieres? ellos son los que deciden.
-Tú eres presidente de la junta directiva. Claro
que puedes....
-Pero no todo son malas noticias, efectivo el
dos de enero entra en vigor tu ascenso.
-¿El dos de enero? –dije un poco confundido-
-Si ya no serás supervisor sino supervisor en
jefe, claro que tendrás que esforzarte mucho pues tus responsabilidades
aumentarán– Mario, hizo una pausa y mirando por la ventana como a la nada,
continuó- el único problema es lo del sueldo.
-¿Qué hay con el sueldo?
-Pues lo mismo que te estaba explicando, la
situación del país es horrenda y al principio no será posible aumentar tu
sueldo.
-Ah, ya entiendo –dije irónicamente- no tengo
gratificación pero me dan un ascenso que eso sí trae aparejadas más
responsabilidades y más trabajo, pero por culpa del actual gobierno de México,
mi nuevo puesto viene sin una mejora salarial.
-No me gusta tu tono –dijo- y no comprendo que
te enojes conmigo, sabes que soy tu amigo y siempre te he considerado parte de
mi equipo personal, te exijo mucho pero es por tu bien. Yo sé que lo puedes
comprender, o que me vas a decir que no quieres el ascenso.
-Es un ascenso sólo de nombre y no me trates de
manipular.
-¿Manipularte?, francamente no comprendo pero si
lo que quieres son unos días para pensarlo está bien conmigo, claro que eso me
decepciona, pues yo siempre he pensado que tienes buena madera y que no eres de
los que temen a los retos, pero en fin, si quieres me resuelves la otra semana.
-La otra semana salimos de vacaciones y...
-¡Ah! las vacaciones, ahora recuerdo el día
veintidós llegan al hotel los inversionistas brasileños y necesito que los
atiendas personalmente.
-El veintidós llegan, pero el veinte yo salgo de
vacaciones yo no los puedo atender, hace tres años que no tomo vacaciones y mi
familia...
-Me parece muy extraño que alguien que pretende
gratificaciones, ascensos, aumentos y no sé qué tanto más se niegue a hacer su
trabajo me decepcionas....
Mi estado
de ira era tal que no quise continuar con esa discusión antes de que yo dijera
algo de lo que me pudiera arrepentir posteriormente. Escuché la voz de Mario
exigiéndome que regresara pero no supe más. Salí de la oficina de mi jefe en un
estado de furia tal que no era capaz de pensar, me senté en la silla de mi
escritorio y sonó el teléfono, mi esposa fue a recoger a los niños al kinder y
tuvo un accidente.
Creo que
el radio localizador sonaba, y también el celular. Mi secretaria me decía algo
y repentinamente todo se nubló, sentí como que caía en un pozo sin fin.
CAPÍTULO CINCO
-No sé qué más paso –dijo Horacio con expresión
angustiosa- desperté aquí por la tarde y estaba tan sedado que dormité hasta
que le vi a usted... Ahora es su turno, dígame ¿quién es y que hace aquí?
-Mi historia es diferente a todo cuanto has escuchado
muchacho– dijo Remus suavemente-, pero empieza como tantas otras:
Hace ya
mucho tiempo, casi 2000 años un caballero romano fue desterrado por el Cesar a causa
de intrigas de la corte. Éste caballero fue condenado a pasar el resto de sus
días en un remoto lugar conocido como Galilea.
Próculo
(así se llamaba el caballero romano), con su esposa e hija, tomando todas sus
posesiones (era muy rico), incluidos sus esclavos se estableció en una villa en
las afueras de lo que se conoce como Nazaret.
Próculo
era un hombre malvado y cruel que desahogaba su sed de venganza maltratando a
sus esclavos con golpes y humillaciones. Entre estos esclavos había un
jovencito que no tenía más de catorce años pero a pesar de su corta edad ya
había recibido más golpes y tenía más cicatrices que un gladiador. Éste
muchacho vivía con la esperanza de obtener su libertad. Nació esclavo y sus
padres y sus abuelos también. Pero él sentía que el buen Dios algún día le
daría algo especial. Y esa esperanza es la que durante tanto tiempo lo hizo
resistir.
Pero un día
los golpes y los malos tratos fueron tales que el muchacho decidió escapar así
que sin pensarlo demasiado tomó un poco de comida y bebida, los guardo en su
bolsa y en la mitad de la noche escapó.
Pasaron
algunos días en los que marchaba lo más rápido posible pues temía que lo
siguieran pero con el paso de los días su perspectiva fue cambiando. Para
empezar estaba perdido en el desierto (ya eran tres días sin haber visto a otro
ser humano), y sólo le quedaba un pequeño pedazo de pan y un trago de agua.
«¿Qué hacer? -se decía-, moriré en el
desierto... ya sé, regresaré con mi amo y le pediré perdón de rodillas y rogaré...
de cualquier forma no sé hacer nada más que servir como esclavo, nací
esclavo... no pero el amo Próculo me matará a golpes, es capaz de
hacerlo... mi buen Dios no quiero morir
esclavo. Déjame servirte a ti y sólo a ti».
El pobre
muchachito pensaba todo esto cuando en el horizonte vio aparecer a un hombre
tambaleante. Pensó que sería otro esclavo en fuga como él.
CAPÍTULO SEIS
-Pobrecito- se dijo, y se levantó y camino en su
dirección. Aquel hombre parecía estar en estado de trance. Como que no
reconocía y se le veía tan débil.
-¿Quién eres?, ¿Cuál es tu nombre?, ¿Hace
cuantos días escapaste?– el joven preguntó mientras tomaba al hombre por los
hombros-
Éste, como
saliendo de una visión, lo miró un tanto sorprendido.
-¿Quién eres?- preguntó el joven- ¿Qué te ha
ocurrido?
-Soy Ishua Var José, de Nazaret, soy carpintero.
El joven
lo auxilió para que se sentara pues su estado era tan deplorable que parecía
que moría. Luego Ishua contó que tenía 40 días orando solo en el desierto sin
comida ni bebida y sin dormir y que estaba preparándose para una misión muy
importante que su padre le encomendó.
-Ah...- respondió el joven con aspecto de duda-
no sé si te comprendo bien pero la verdad es que estás en muy malas
condiciones, y amigo no tengo más que darte.. Pero tú pareces estar más
necesitado que yo– dijo el joven sacando el pedacito de pan y el agua que le
quedaba-
Ishua lo aceptó y el joven pensó «este pobre
tiene tanta hambre que desvaría». Descansaron un rato mientras el joven narraba
su historia e Ishua ya algo repuesto le dijo al joven
-Eres un hombre muy bueno y Dios tomará en cuenta
tu sacrificio, al darme tu comida y tu bebida te has quedado sin nada, puedes
morir en éste desierto. En éste momento ¿qué te gustaría pedirle a dios?
-No sé.
-¿Pero que no hace tan sólo un momento le decías
al buen Dios que te gustaría servir sólo él?
-¿Cómo puedes saber eso?, justo antes de
encontrarte yo venía pensando en eso.
Entonces Ishua
sonriendo con una dulzura indescriptible lo abrazó y lo apretó fuerte y
cariñosamente.
-Estás tan preocupado y has sufrido tanto que no
te percataste que ya abandonaste el cuerpo. Con tu último aliento entregaste a
tu señor todo cuanto poseías, un pedazo de pan y un sorbo de agua. He venido a
liberarte y a decirte que tu ruego ha sido escuchado y desde este momento
empieza tu vida y trabajarás de ahora en adelante para mí –dijo Ishua con lágrimas
de emoción en los ojos- la gente como tú hace que todo cuanto ha sido creado
valga la pena-
…Nuevamente
se abrazaron.
CAPÍTULO SIETE
-Ese joven eras tú Remus, ¿no es así? -dijo Horacio
sin entender como lo sabía-
-SÍ soy yo, y desde hace casi 2000 años soy su
mensajero
-Viniste por mí –dijo Horacio que repentinamente
no pudo contener su emoción y se soltó llorando - eres la muerte y has venido a
recogerme. ¿Qué pasara con mis hijos y mi esposa?
-Cálmate muchacho, no soy el ángel de la muerte y no he venido a tomar tu
espíritu.
-Entonces ¿A qué has venido y quién eres?
-Ya te lo dije, soy Remus, mensajero del más
alto y vine porque mi jefe está preocupado por ti. Tienes dos hijos pero uno de
ellos es un niño con un don especial, elegido por Dios desde antes de nacer. Ese
pequeño reza constantemente y siempre pide porque su papá este más tiempo con
él y que cuando lo vean no esté de mal humor. Diego tu hijito de cinco años te
ama mucho y su ruego al igual que el de cualquier niño fue escuchado por Dios y
Él me mandó a que te abriera los ojos.
Horacio
escuchaba en estado de absoluto asombro.
-Dime ¿hace cuánto que no escuchas, realmente
escuchas en la sonrisa de tus hijos?, ¿Por qué no te tomas cinco minutos para
platicar con tu mamá?, ¿qué no sabes que ella y tu papá muy pronto no estarán
en éste mundo? y entonces rogarás a Dios para que te deje verlos siquiera el
tiempo necesario para abrazarlos. ¿No has notado todo lo que hace tu esposa
para que le digas que se ve bonita?, ¿por qué no escuchas nada ni a nadie? tómate
un minuto, respira y siente el viento contra tu cara, siente el sol sobre tu
piel. Mira las flores que sembró Magda en mayo pasado. Y sobre todo mira cómo
crecen tus hijos. Pon atención en las palabras de tu padre, ¿has notado que se
ha ido convirtiendo en un filósofo de la vida?, aprende de su experiencia,
tiene más de 67 años y ha luchado toda su vida, tiene tanto que enseñarte. Aprovecha
la vida, tesoro maravilloso de Dios– Remus continuó -nunca pierdas la confianza
en Dios, él siempre está pendiente de ti. Quieres que te escuche. No le pidas
tonterías, ni cosas materiales. Háblale con la misma honestidad que hablan los
niños y entonces él te escuchará.
EPILOGO
Las cosas
no se solucionaron mágicamente como en un cuento de hadas, pero poco a poco
mejoraron. Horacio recibió una incapacidad de un mes misma que pasó rodeado de
su familia. Pasó unas maravillosas vacaciones de Navidad y año nuevo en Valle
de Bravo, inolvidables pues fue la última ocasión que todos estuvieron juntos.
Su papá dejó éste mundo en junio. Pero unos se van y otros llegan. La pequeña
Magda Susana nació dos años más tarde.
Horacio después
de la incapacidad aceptó la propuesta de su cuñado y pusieron juntos un
negocio, que poco a poco ha ido prosperando.
Horacio a
la fecha no ha dejado de escuchar; escuchar las voces de sus seres queridos y
los sonidos de la naturaleza donde constantemente busca mensajes de Dios.
Pasaron
muchos años antes de que Horacio y Remus se vieran de nuevo, esto no ocurrió
hasta que Horacio tenía setenta y tantos años y Remus vino acompañado de un
buen amigo suyo (el ángel de la muerte). Pero esa vez Horacio no lloró. Sólo se
dejó llevar suavemente en dirección de la eternidad.
¿Cómo sé todo esto?, fácil yo lo viví de cerca,
mi nombre es Diego y soy hijo de Horacio, y aunque todo esto pasó hace ya tanto
tiempo no he olvidado nada, ni un sólo detalle. Se los cuento para que ustedes
también abran los ojos.
Luis Tc
Diciembre / 2002
Dedicado a mi familia y amigos.
* * *