domingo, 11 de diciembre de 2016

REMUS



R E M U S


PREÁMBULO

Hay historias simples y las hay complicadas, la verdad no sé en cuál de esas dos categorías colocar ésta.....
Bueno la historia consta de dos partes, una, la de Horacio y la otra de Él, de Remus. Eso está mejor.

Horacio es un hombre de cuarenta y dos años de edad, casado y con dos hijos. Mide aproximadamente 1.75 m, es delgado, muy blanco, con cabello y ojos castaños, no se puede decir que sea guapo pero definitivamente no es feo y tiene intensos ojos enmarcados por grandes pestañas chinas y unas abundantes cejas cerradas. Es un hombre honesto y trabajador, podría decirse que demasiado trabajador, es supervisor del departamento de relaciones públicas en el hotel Paseo Royal de la ciudad de México, donde trabaja desde hace más de 5 años. Está casado con Magda, una guapa mujer de 33 años, ella mide 1:56 m. Es delgada y de facciones muy finas, de piel apiñonada y cabello negro con enormes ojos color miel. Estudió tres semestres de pedagogía en la universidad pero el trabajo la hizo desertar de la carrera. Es una dedicada madre y esposa que está algo obsesionada con el cuidado del físico haciendo ejercicios, yoga y todo cuanto puede para conservarse, además es una magnifica cocinera que dejó de trabajar desde la boda pues su verdadero sueño era ser la mejor ama de casa del mundo.

Horacio y Magda tienen dos hermosos niños; Diego de cinco años y Gerardo de tres, ambos son como unas pequeñas reducciones de Horacio pero Diego es, digamos, diferente al resto de los niños, tiene inclinaciones artísticas y una sensibilidad especial. Constantemente habla a Dios en quien tiene una gran fe. La mirada de Diego, de hermosos ojos infantiles refleja en lo profundo algo como una tristeza o una melancolía de esas que puedes encontrar en los ancianos. Gerardo es un niño muy bonito y siempre sonríe, juega con cochecitos y ya quiere entrar en la escuela para hacerse grande.

Por otro lado Remus es un hombre... como decirlo, difícil de describir, para empezar hay momentos en que parece tener como veinte años y hay instantes en los que se ve de más de sesenta. Es alto, casi de 2 metros, negro de hermosas facciones, rostro bondadoso y aunque casi no gesticula expresa emociones intensas, parece uno de esos embajadores de algún país africano pues usa una túnica blanca que le da gran dignidad junto con su manto gris que hace juego con el curioso sombrerito también gris tipo turco, carga un morral que se ve vacío. Y algo de lo más curioso es la gracia con que se mueve, para empezar bajo la túnica no parece mover las piernas al desplazarse sin hacer ruido alguno, se ve tan elegante y cuando sonríe ilumina la habitación. También se le nota una gran fuerza, determinación y tenacidad.

De todo esto doy fe pues soy uno de los protagonistas de la historia que están a punto de leer.


CAPÍTULO UNO

-Háblale al doctor- dijo una de las enfermeras con aire despreocupado- Está recuperando el conocimiento.
-Enseguida -
Horacio abrió los ojos lentamente y con un gran esfuerzo (pues sentía desorientación) pregunto:
-¿Dónde estoy?, ¿quién es usted?
En ese momento el Doctor Levi entraba en el cuarto.
-Tranquilo amigo, ¡enfermera! páseme el expediente del señor... Aha, mmmm, muy bien, está bien... bien señor Muñoz, señor Horacio Muñoz, usted se encuentra en el hospital San Luis, lo trajeron de su trabajo hoy al medio día porque tuvo un infarto, no se alarme, no fue muy severo, tómelo como un aviso, le hemos administrado unos calmantes y lo vamos a tener en observación durante uno o dos días más, pues aunque lo encontramos relativamente en buen estado tenemos que hacer algunos estudios. Por lo pronto deje que el mundo gire y no se preocupe de nada, mandamos a su esposa a casa a dormir pues de nada servía tenerla aquí toda la noche esperando; ¿no es así? bueno podrá verla a primera hora por la mañana, trate de dormir. Enfermera, acompáñeme y deje al señor muñoz descansar.
-Doctor, mi esposa tuvo un accidente con los niños y....
-Su esposa y sus niños están bien, he conversado con ella, tranquilo, trate de dormir.
-Si me necesita sólo oprima este botón– dijo la enfermera con una mueca de supuesta dulzura e inmediatamente salió detrás del Doctor Levi.
¿Qué era esto?, ¿una pesadilla?, Horacio no podía recordar bien las cosas, se encontraba mareado y todo confundido, se le cerraban los ojos y luchaba por mantenerlos abierto pues algo en él le decía “si cierras los ojos morirás”, pensaba en sus  hijitos y en su esposa, en sus hermanos, en su papá y sobre todo en su mamá. Desorientado, solo y asustado. «Pobre Horacio, -se decía- ¿qué haces aquí?»
Los ojos se le cerraban y con un sobresalto los abría, quizás transcurrieron dos horas o más, con ese constante cabeceo. Cuando repentinamente notó que una persona a quien no había visto antes estaba sentada en un sofá en la esquina del cuarto. Serían como las tres y media de la madrugada y en la habitación sólo había una pequeña luz colocada en la cabecera. No era suficiente y por esta razón Horacio no podía reconocer a la persona sentada casi enfrente de él.
-¿Magda?, ¿a qué hora llegaste?, el médico me dijo que regresarías por la mañana....
Entonces, la persona sentada en el sofá se puso de pie y camino en dirección de Horacio. Éste pudo comprobar que no se trataba de su esposa, sino de un hombre. Un hombre negro, alto, muy alto y tan delgado.


CAPÍTULO DOS

-¿Quién es usted? –dijo Horacio sin disimular su sorpresa.
-Hola Horacio Muñoz, mi nombre es Remus.
-¡Remus! un momento yo a usted lo he visto antes, ¡ha, claro! esta mañana en mi trabajo, yo me tropecé y al caer usted me detuvo, ¿no es así?
-Sí, así es-
-Pero no entiendo, ¿qué hace usted aquí?, ¿qué hora es?, ¿no es usted huésped del hotel?...
-Calma muchacho– contesto Remus con una leve y tranquilizadora sonrisa- no te alteres y te contesto todas tus preguntas. Según el reloj de tu buró son las tres con treinta y tres minutos de la madrugada. No estoy hospedado en el hotel donde trabajas y sí estoy aquí, es porque mi jefe está preocupado por ti y me mandó a que te hiciera una visita.
-¡Su jefe! y ¿quién demonios es su jefe? –dijo Horacio tratando de incorporarse.
-Tranquilo Horacio. Mi jefe no es ningún demonio, no podrías estar más equivocado –dijo Remus con una sonrisa casi imperceptible mientras tomaba la mano de Horacio- Todas tus dudas serán aclaradas, te lo prometo, pero no trates de incorporarte pues tu cuerpo está lastimado y es necesario que reposes.
Horacio casi hipnotizado, contempló el rostro de aquel hombre. No era fácil decir cuántos años tenía pues su piel era lisa como un durazno, pero al sonreír cientos de pequeñas arrugas aparecían, dejando ver en él, el paso de muchos años, su mirada serena y profunda de unos grandes ojos, cejas no muy pobladas que daban al conjunto un aspecto de gran bondad, Horacio se sintió profundamente conmovido al ser escudriñado por esos ojos y casi como en un sueño dejó a un lado su voluntad.
-Entiendo que tanto trabajo y tanta presión finalmente fueron los causantes de que tuvieras un colapso. ¿Por qué no me cuentas todo lo que paso?
Mientras desaparecían los últimos rastros de resistencia Horacio sintió como una calma, una laxitud se apoderaban de él y sin siquiera intentar resistirse empezó a hablar.


CAPÍTULO TRES

Como todos los días, eran las cinco de  la mañana cuando sonó el despertador, Magda mi esposa se incorporó e imprimió una ligera presión en mi hombro.
-Son las cinco Horacio, es hora de levantarte.
Mecánicamente me siento en la cama y me desperezo, es hora del baño y luego de vestirme bajo a tomar un licuado de plátano con chocolate y un jugo de naranja que hoy me parece muy ácido, mientras lo tomo, escucho algo de las noticias que tiene puestas en la tele mi esposa.
-Finalmente ¿ya atraparon a ese secuestrador?
-Eso parece– respondió ella mecánicamente mientras se ajustaba la faja reductiva bajo la sudadera.
-Bueno amor me tengo que ir, se me hace tarde.
-Tu hora de entrada es a las nueve ¿qué tienes que hacer ahí antes de las siete de la mañana?, deberías de hacer ejercicio conmigo todas las mañanas, antes de que te pongas fofo –me dijo abrazándome por la espalda y dándome un apretoncito en el vientre- después, te arreglas con calma, luego le das los buenos días a tus hijos y entonces aún tendrías más que suficiente tiempo para llegar al hotel.
-No empieces mujer– contesté un poco molesto- ya sabes que tengo que adelantar porque están cerca las vacaciones.
-Desde el domingo no ves a los niños, diario sales muy temprano y cuando regresas ya  están dormidos, pero tú sabes lo que haces, nos vemos gordito.
Se me acercó y me dio un beso en la mejilla que casi ni sentí porque ya tenía un pie fuera de casa.
Salgo corriendo en el coche. Tomo el camino al periférico y antes de la incorporación casi me choca un estúpido pesero que no sabe manejar, yo logro esquivarlo de milagro, pero en menos de cien metros adelante voy formado para entrar al “peri”. Cuando una gorda con cara de hamburguesa se trata de pasar de lista y pretende entrar antes que yo, yo que vengo decentemente formado, el espejo del carro de la gorda golpea con el de mi coche y no le doy el paso, me mienta la madre con el claxon y yo me volteo y le digo no sólo que es una gorda asquerosa sino que no se puede ser más idiota que ella… en fin, después de una hora con quince minutos y de unas seis verdaderas batallas con peseros, gordas, policías, tipos que se tratan de pasar de listos, señoras que en lugar de manejar se van maquillando y peatones estúpidos que no saben para qué es la banqueta. Después de todo eso llego a mi trabajo.
Tengo tanto que hacer. Creo que no son ni las ocho de la mañana y ya está sonando el teléfono.
-¡Aló!, hotel Paseo Royal, departamento de relaciones públicas, le atiende Horacio, ¿en qué puedo servirle?
-¿Hijo?
-¿Ma’?, ¿qué pasa?
-Te marque a tu celular pero lo traes apagado.
-Sí ma’, lo que pasa es que olvide prenderlo, pero, ya está, ya lo encendí, ¿qué paso, para que me hablaste?
-Ya quedó confirmada la renta de las tres cabañas en Valle de Bravo para las vacaciones de Navidad, una para ti y Magy, otra para tu hermana y Carlitos su marido, y otra para tu papá y para mí que nos quedamos con los niños pues la nuestra es más grande. Nos lo tenemos que pasar muy bien, no vamos a Valle desde hace seis años cuando tu abuelita nos dejó. Entonces tu hermana no se había casado y los niños no habían nacido, ¿te acuerdas que?...
-Perdóname ma’ pero tengo mucho trabajo precisamente porque ya las vacaciones están encima y no tengo tiempo de platicar, saludos al viejo y el jueves te hablo para ultimar detalles, o mejor que eso háblale por teléfono a Magda, ahorita ya regreso de dejar a los niños en el kinder. Y ponte de acuerdo con ella.
-Ay hijo, no he podido charlar contigo desde hace dos meses en tu cumpleaños y...
-Perdón mamá, pero tengo otra llamada por la línea dos, así que tengo que colgar.
Entre una cosa y otra fue pasando la mañana y yo no dejaba de correr de un lado a otro.
-¡Hola licenciado Muñoz!, ¿no le estorba si le voy dando una trapeada a l piso?
-¡Hola señora!, adelante a mí no me estorba.
-Licenciado –me dijo una de las secretarias- tiene una llamada por la cinco del señor de la  Villa.
-¿Bueno?... a claro enseguida voy para allá, sí claro.
Y me levanté violentamente de mi escritorio salí corriendo a la oficina de mi jefe y olvidé el piso mojado, resbalé y casi caigo al suelo de no ser por usted, ahí es donde lo vi por primera vez, me cachó y por ello no llegué al piso.
-Disculpe, gracias, con permiso es que tengo mucha prisa.


CAPÍTULO CUATRO

-Siéntate, ¿cómo estás?, ¿quieres algo de tomar, café o algo?
-No gracias
-Pues yo sí– me respondió el Sr. de la Villa oprimiendo un botón de su intercomunicador- Señorita me trae un café y no deje pasar llamadas.
En ese momento me sentía muy excitado, «es hora de mi ascenso y mi aumento, -me dije- que gran sorpresa de Navidad para Magy».
-Horacio, no tengo que decirte lo difícil que esta la situación por la que pasa todo el país y a nosotros los hoteleros nos ha pegado muy duro.... para no andarme con rodeos; anoche estuve con la junta directiva y hable de tu caso con ellos, les dije que ya son más de cinco años los que llevas trabajando para nosotros y que lo más justo es que te demos un ascenso. También se tocó el tema de las gratificaciones especiales y desgraciadamente no me autorizaron a darte una este año.
-Pero Mario -sentí como el color me subía a la cara- tú sabes que me he esforzado más que nadie, estoy aquí antes que nadie y me voy a mi casa más tarde que los demás, he sacrificado mis fines de semana y días festivos para trabajar y trabajar haciendo a un lado a mi esposa y a mis hijitos. Y tú me ofreciste esa gratificación especial, además estoy pagando la casa y necesito el dinero para....
-Horacio, no te sulfures – me dijo Mario de la Villa mirándome a los ojos con una fría calma- no hay nada que pueda hacer, hablé con la junta directiva. Personalmente expliqué tu esfuerzo y le dije que te mereces la gratificación pero ¿qué quieres? ellos son los que deciden.
-Tú eres presidente de la junta directiva. Claro que puedes....
-Pero no todo son malas noticias, efectivo el dos de enero entra en vigor tu ascenso.
-¿El dos de enero? –dije un poco confundido-
-Si ya no serás supervisor sino supervisor en jefe, claro que tendrás que esforzarte mucho pues tus responsabilidades aumentarán– Mario, hizo una pausa y mirando por la ventana como a la nada, continuó- el único problema es lo del sueldo.
-¿Qué hay con el sueldo?
-Pues lo mismo que te estaba explicando, la situación del país es horrenda y al principio no será posible aumentar tu sueldo.
-Ah, ya entiendo –dije irónicamente- no tengo gratificación pero me dan un ascenso que eso sí trae aparejadas más responsabilidades y más trabajo, pero por culpa del actual gobierno de México, mi nuevo puesto viene sin una mejora salarial.
-No me gusta tu tono –dijo- y no comprendo que te enojes conmigo, sabes que soy tu amigo y siempre te he considerado parte de mi equipo personal, te exijo mucho pero es por tu bien. Yo sé que lo puedes comprender, o que me vas a decir que no quieres el ascenso.
-Es un ascenso sólo de nombre y no me trates de manipular.
-¿Manipularte?, francamente no comprendo pero si lo que quieres son unos días para pensarlo está bien conmigo, claro que eso me decepciona, pues yo siempre he pensado que tienes buena madera y que no eres de los que temen a los retos, pero en fin, si quieres me resuelves la otra semana.
-La otra semana salimos de vacaciones y...
-¡Ah! las vacaciones, ahora recuerdo el día veintidós llegan al hotel los inversionistas brasileños y necesito que los atiendas personalmente.
-El veintidós llegan, pero el veinte yo salgo de vacaciones yo no los puedo atender, hace tres años que no tomo vacaciones y mi familia...
-Me parece muy extraño que alguien que pretende gratificaciones, ascensos, aumentos y no sé qué tanto más se niegue a hacer su trabajo me decepcionas....
Mi estado de ira era tal que no quise continuar con esa discusión antes de que yo dijera algo de lo que me pudiera arrepentir posteriormente. Escuché la voz de Mario exigiéndome que regresara pero no supe más. Salí de la oficina de mi jefe en un estado de furia tal que no era capaz de pensar, me senté en la silla de mi escritorio y sonó el teléfono, mi esposa fue a recoger a los niños al kinder y tuvo un accidente.
Creo que el radio localizador sonaba, y también el celular. Mi secretaria me decía algo y repentinamente todo se nubló, sentí como que caía en un pozo sin fin.


CAPÍTULO CINCO

-No sé qué más paso –dijo Horacio con expresión angustiosa- desperté aquí por la tarde y estaba tan sedado que dormité hasta que le vi a usted... Ahora es su turno, dígame ¿quién es y que hace aquí?
-Mi historia es diferente a todo cuanto has escuchado muchacho– dijo Remus suavemente-, pero empieza como tantas otras:
               
Hace ya mucho tiempo, casi 2000 años un caballero romano fue desterrado por el Cesar a causa de intrigas de la corte. Éste caballero fue condenado a pasar el resto de sus días en un remoto lugar conocido como Galilea.
Próculo (así se llamaba el caballero romano), con su esposa e hija, tomando todas sus posesiones (era muy rico), incluidos sus esclavos se estableció en una villa en las afueras de lo que se conoce como Nazaret.
Próculo era un hombre malvado y cruel que desahogaba su sed de venganza maltratando a sus esclavos con golpes y humillaciones. Entre estos esclavos había un jovencito que no tenía más de catorce años pero a pesar de su corta edad ya había recibido más golpes y tenía más cicatrices que un gladiador. Éste muchacho vivía con la esperanza de obtener su libertad. Nació esclavo y sus padres y sus abuelos también. Pero él sentía que el buen Dios algún día le daría algo especial. Y esa esperanza es la que durante tanto tiempo lo hizo resistir.
Pero un día los golpes y los malos tratos fueron tales que el muchacho decidió escapar así que sin pensarlo demasiado tomó un poco de comida y bebida, los guardo en su bolsa y en la mitad de la noche escapó.
Pasaron algunos días en los que marchaba lo más rápido posible pues temía que lo siguieran pero con el paso de los días su perspectiva fue cambiando. Para empezar estaba perdido en el desierto (ya eran tres días sin haber visto a otro ser humano), y sólo le quedaba un pequeño pedazo de pan y un trago de agua.
«¿Qué hacer? -se decía-, moriré en el desierto... ya sé, regresaré con mi amo y le pediré perdón de rodillas y rogaré... de cualquier forma no sé hacer nada más que servir como esclavo, nací esclavo... no pero el amo Próculo me matará a golpes, es capaz de hacerlo...  mi buen Dios no quiero morir esclavo. Déjame servirte a ti y sólo a ti».
El pobre muchachito pensaba todo esto cuando en el horizonte vio aparecer a un hombre tambaleante. Pensó que sería otro esclavo en fuga como él.


CAPÍTULO SEIS

-Pobrecito- se dijo, y se levantó y camino en su dirección. Aquel hombre parecía estar en estado de trance. Como que no reconocía y se le veía tan débil.
-¿Quién eres?, ¿Cuál es tu nombre?, ¿Hace cuantos días escapaste?– el joven preguntó mientras tomaba al hombre por los hombros-
Éste, como saliendo de una visión, lo miró un tanto sorprendido.
-¿Quién eres?- preguntó el joven- ¿Qué te ha ocurrido?
-Soy Ishua Var José, de Nazaret, soy carpintero.
El joven lo auxilió para que se sentara pues su estado era tan deplorable que parecía que moría. Luego Ishua contó que tenía 40 días orando solo en el desierto sin comida ni bebida y sin dormir y que estaba preparándose para una misión muy importante que su padre le encomendó.
-Ah...- respondió el joven con aspecto de duda- no sé si te comprendo bien pero la verdad es que estás en muy malas condiciones, y amigo no tengo más que darte.. Pero tú pareces estar más necesitado que yo– dijo el joven sacando el pedacito de pan y el agua que le quedaba-
Ishua lo aceptó y el joven pensó «este pobre tiene tanta hambre que desvaría». Descansaron un rato mientras el joven narraba su historia e Ishua ya algo repuesto le dijo al joven
-Eres un hombre muy bueno y Dios tomará en cuenta tu sacrificio, al darme tu comida y tu bebida te has quedado sin nada, puedes morir en éste desierto. En éste momento ¿qué te gustaría pedirle a dios?
-No sé.
-¿Pero que no hace tan sólo un momento le decías al buen Dios que te gustaría servir sólo él?
-¿Cómo puedes saber eso?, justo antes de encontrarte yo venía pensando en eso.
Entonces Ishua sonriendo con una dulzura indescriptible lo abrazó y lo apretó fuerte y cariñosamente.
-Estás tan preocupado y has sufrido tanto que no te percataste que ya abandonaste el cuerpo. Con tu último aliento entregaste a tu señor todo cuanto poseías, un pedazo de pan y un sorbo de agua. He venido a liberarte y a decirte que tu ruego ha sido escuchado y desde este momento empieza tu vida y trabajarás de ahora en adelante para mí –dijo Ishua con lágrimas de emoción en los ojos- la gente como tú hace que todo cuanto ha sido creado valga la pena-
                 
…Nuevamente se abrazaron.


CAPÍTULO SIETE

-Ese joven eras tú Remus, ¿no es así? -dijo Horacio sin entender como lo sabía-
-SÍ soy yo, y desde hace casi 2000 años soy su mensajero
-Viniste por mí –dijo Horacio que repentinamente no pudo contener su emoción y se soltó llorando - eres la muerte y has venido a recogerme. ¿Qué pasara con mis hijos y mi esposa?
-Cálmate muchacho, no soy el ángel de la muerte y no he venido a tomar tu espíritu.
-Entonces ¿A qué has venido y quién eres?
-Ya te lo dije, soy Remus, mensajero del más alto y vine porque mi jefe está preocupado por ti. Tienes dos hijos pero uno de ellos es un niño con un don especial, elegido por Dios desde antes de nacer. Ese pequeño reza constantemente y siempre pide porque su papá este más tiempo con él y que cuando lo vean no esté de mal humor. Diego tu hijito de cinco años te ama mucho y su ruego al igual que el de cualquier niño fue escuchado por Dios y Él me mandó a que te abriera los ojos.
Horacio escuchaba en estado de absoluto asombro.
-Dime ¿hace cuánto que no escuchas, realmente escuchas en la sonrisa de tus hijos?, ¿Por qué no te tomas cinco minutos para platicar con tu mamá?, ¿qué no sabes que ella y tu papá muy pronto no estarán en éste mundo? y entonces rogarás a Dios para que te deje verlos siquiera el tiempo necesario para abrazarlos. ¿No has notado todo lo que hace tu esposa para que le digas que se ve bonita?, ¿por qué no escuchas nada ni a nadie? tómate un minuto, respira y siente el viento contra tu cara, siente el sol sobre tu piel. Mira las flores que sembró Magda en mayo pasado. Y sobre todo mira cómo crecen tus hijos. Pon atención en las palabras de tu padre, ¿has notado que se ha ido convirtiendo en un filósofo de la vida?, aprende de su experiencia, tiene más de 67 años y ha luchado toda su vida, tiene tanto que enseñarte. Aprovecha la vida, tesoro maravilloso de Dios– Remus continuó -nunca pierdas la confianza en Dios, él siempre está pendiente de ti. Quieres que te escuche. No le pidas tonterías, ni cosas materiales. Háblale con la misma honestidad que hablan los niños y entonces él te escuchará.


EPILOGO

Las cosas no se solucionaron mágicamente como en un cuento de hadas, pero poco a poco mejoraron. Horacio recibió una incapacidad de un mes misma que pasó rodeado de su familia. Pasó unas maravillosas vacaciones de Navidad y año nuevo en Valle de Bravo, inolvidables pues fue la última ocasión que todos estuvieron juntos. Su papá dejó éste mundo en junio. Pero unos se van y otros llegan. La pequeña Magda Susana nació dos años más tarde.
Horacio después de la incapacidad aceptó la propuesta de su cuñado y pusieron juntos un negocio, que poco a poco ha ido prosperando.

Horacio a la fecha no ha dejado de escuchar; escuchar las voces de sus seres queridos y los sonidos de la naturaleza donde constantemente busca mensajes de Dios.

Pasaron muchos años antes de que Horacio y Remus se vieran de nuevo, esto no ocurrió hasta que Horacio tenía setenta y tantos años y Remus vino acompañado de un buen amigo suyo (el ángel de la muerte). Pero esa vez Horacio no lloró. Sólo se dejó llevar suavemente en dirección de la eternidad.

¿Cómo sé todo esto?, fácil yo lo viví de cerca, mi nombre es Diego y soy hijo de Horacio, y aunque todo esto pasó hace ya tanto tiempo no he olvidado nada, ni un sólo detalle. Se los cuento para que ustedes también abran los ojos.



Luis Tc
Diciembre / 2002
Dedicado a mi familia y amigos.


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